Dentro de la consulta lo más importante es la relación
humana especialmente ideada para transmitir una experiencia, que origine
cambios constructivos en el auto-concepto y la conducta del paciente. La
relación entre el especialista y el paciente, una muy personal en un contexto
muy impersonal, forma la base del esfuerzo terapéutico.
El principio de cualquier modalidad de psicoterapia
dinámica es la habilidad del terapeuta para escuchar y las metas son ayudar al
paciente a conseguir una mayor independencia y autoconfianza, así como promover
una mayor satisfacción e intimidad en las relaciones humanas.
El paciente tiene la esperanza de una relación de amor
y apoyo detrás de sus ansiedades y mecanismos de autoprotección y esta
esperanza lo mantiene a flote. Frente a esta búsqueda, la actitud del terapeuta
debería reflejar interés, respeto, deseo de no herir, ausencia de crítica y
enjuiciamiento moral, y un compromiso genuino de ayudar, dentro de los límites
establecidos por el rol terapéutico y como ser humano. Más ayuda al
especialista cuando se muestra receptivo, callado, armónico y tratando de
entender qué quiere comunicar el paciente simbólicamente o disfrazándolo.
La postura del terapeuta debería ser expectante, estar
preparado no sólo para observar sino también para experimentar y estar
preparado para llegar a implicarse en el guión interpersonal montado por el
paciente. El reto básico es captar qué está el paciente comunicando o actuando
ya que no se debe olvidar que en la sesión los comentarios van dirigidos al
terapeuta como persona significativa. Ninguna de sus comunicaciones se debe
considerar trivial.
A veces, la comunicación inicial del paciente,
introduce al tema de la sesión. En otros casos puede demorar o incluso no
aparecer en la comunicación verbal porque el paciente se encuentra muy a la
defensiva. En estos casos, el profesional debe escrutar con agudeza particular
la naturaleza de la transacción en la que está participando.
El poder del terapeuta está limitado, ya que en
ocasiones los significados connotativos de las comunicaciones del paciente son
difíciles de identificar. El profesional cree entender el conflicto pero no
considera oportuno señalarlo por las resistencias del paciente, o el terapeuta
considera que no tiene el poder para ayudarlo.
Frente a estos dilemas, es importante tener en cuenta
las siguientes reglas:
- Resistir el furor por sanar.
- Resistir la tentación de hacer algo por presión del
paciente.
- Resistir los sentimientos de omnipotencia.
- Guardar silencio si no está seguro de las razones
para decir algo.
- Cerciorarse de que las evidencias son razonablemente
adecuadas y considerar hipótesis alternas.
- Evitar la jerga clínica.
- Por encima de todo, tener presente que la
psicoterapia es una relación humana y
por eso la razón fundamental para ayudar al paciente es su propia humanidad.
La esencia del cambio psicoterapéutico no es la
comprensión por parte del paciente de algunos principios abstractos, sino el
resultado de una experiencia humana en la que se sienta comprendido y en la que
se den significados nuevos a esta comprensión.
ACTITUDES RECOMENDADAS
PARA LA ESCUCHA TERAPÉUTICA.
Respeto del terapeuta por
el paciente.
La actitud del terapeuta debe ser la de un adulto
razonable, maduro y compañero de confianza que fomente una relación simétrica
entre iguales, dejando cualquier postura moralista. El paciente no debe
considerar que es tratado como un objeto, como un organismo a tratar o como un
portador de un desorden o enfermedad.
Esto conlleva el respeto del rol profesional, lo que
significa que el terapeuta no concede favores especiales ni tampoco espera
alguno. El paciente nunca deberá ser mimado o echado a perder por ser tratado
como alguien especial.
Escucha empática
Debe existir en el terapeuta un esfuerzo constante por
entender los sentimientos, ansiedades, luchas y preocupaciones del paciente. La
empatía es la única herramienta humana y técnica y la más importante de entre
las que dispone en profesional.
En la escucha
empática, se deja la iniciativa al paciente tan a menudo como se pueda, para
que haga sus propios descubrimientos. El profesional se mantiene en silencio
hasta tener la convicción razonable de que se entiende lo que el paciente busca
comunicar. Se escuchan los temas que se presenten en la sesión y si no parece
surgir alguno se puede expresar eso al paciente para conseguir su colaboración.
También, el profesional debe estar atento pero
comunicando una actitud relajada. Debe ser conciso en sus comunicaciones pero no
monosilábico. Debe resistir la tentación de mostrarse listo y evitar las
sentencias dogmáticas.
Nunca se deben efectuar comentarios que rebajen la
autoestima del paciente y más bien se debe tener cuidado de fortalecerla, no
competir con el paciente en área alguna y ser completamente honesto.
Namaste